T r a n s l a t e!

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El Quetzal - El Ave Mas Hermosa del Mundo

  El Quetzal ~ El Ave Mas Hermosa del Mundo - El cual es el ave Nacional de la República de Guatemala.


La palabra "quetzal" proviene del náhuatl quetzalli, que puede traducirse como "cola larga de plumas brillantes"  









se encuentra en las regiones tropicales de América, principalmente Mesoamérica. La palabra "quetzal" fue originalmente usada solamente para el Quetzal Resplandeciente, Pharomachrus mocinno, el famoso quetzal de cola larga de Centroamérica

















El Pueblo-Pablo Neruda-

El pueblo

De aquel hombre me acuerdo y no han pasado
sino dos siglos desde que lo vi,
no anduvo ni a caballo ni en carroza:
a puro pie
deshizo
las distancias
y no llevaba espada ni armadura,
sino redes al hombro,
hacha o martillo o pala,
nunca apaleó a ninguno de su especie:
su hazaña fue contra el agua o la tierra,
contra el trigo para que hubiera pan,
contra el árbol gigante para que diera leña,
contra los muros para abrir las puertas,
contra la arena construyendo muros
y contra el mar para hacerlo parir.

Lo conocí y aún no se me borra.

Cayeron en pedazos las carrozas,
la guerra destruyó puertas y muros,
la ciudad fue un puñado de cenizas,
se hicieron polvo todos los vestidos,
y él para mí subsiste,
sobrevive en la arena,
cuando antes parecía
todo imborrable menos él.

En el ir y venir de las familias
a veces fue mi padre o mi pariente
o apenas si era él o si no era
tal vez aquel que no volvió a su casa
porque el agua o la tierra lo tragaron
o lo mató una máquina o un árbol
o fue aquel enlutado carpintero
que iba detrás del ataúd, sin lágrimas,
alguien en fin que no tenía nombre,
que se llamaba metal o madera,
y a quien miraron otros desde arriba
sin ver la hormiga
sino el hormiguero
y que cuando sus pies no se movían,
porque el pobre cansado había muerto,
no vieron nunca que no lo veían:
había ya otros pies en donde estuvo.

Los otros pies eran él mismo,
también las otras manos,
el hombre sucedía:
cuando ya parecía transcurrido
era el mismo de nuevo,
allí estaba otra vez cavando tierra,
cortando tela, pero sin camisa,
allí estaba y no estaba, como entonces,
se había ido y estaba de nuevo,
y como nunca tuvo cementerio,
ni tumba, ni su nombre fue grabado
sobre la piedra que cortó sudando,
nunca sabía nadie que llegaba
y nadie supo cuando se moría,
así es que sólo cuando el pobre pudo
resucitó otra vez sin ser notado.

Era el hombre sin duda, sin herencia,
sin vaca, sin bandera,
y no se distinguía entre los otros,
los otros que eran él,
desde arriba era gris como el subsuelo,
como el cuero era pardo,
era amarillo cosechando trigo,
era negro debajo de la mina,
era color de piedra en el castillo,
en el barco pesquero era color de atún
y color de caballo en la pradera:
cómo podía nadie distinguirlo
si era el inseparable, el elemento,
tierra, carbón o mar vestido de hombre?

Donde vivió crecía
cuanto el hombre tocaba:
la piedra hostil
quebrada
por sus manos,
se convertía en orden
y una a una formaron
la recta claridad del edificio,
hizo el pan con sus manos,
movilizó los trenes,
se poblaron de pueblos las distancias,
otros hombres crecieron,
llegaron las abejas,
y porque el hombre crea y multiplica
la primavera caminó al mercado
entre panaderías y palomas.

El padre de los panes fue olvidado,
él que cortó y anduvo, machacando
y abriendo surcos, acarreando arena,
cuando todo existió ya no existía,
él daba su existencia, eso era todo.
Salió a otra parte a trabajar, y luego
se fue a morir rodando
como piedra del río:
aguas abajo lo llevó la muerte.

Yo, que lo conocí, lo vi bajando
hasta no ser sino lo que dejaba:
calles que apenas pudo conocer,
casas que nunca y nunca habitaría.

Y vuelvo a verlo, y cada día espero.

Lo veo en su ataúd y resurrecto .

Lo distingo entre todos
los que son sus iguales
y me parece que no puede ser,
que así no vamos a ninguna parte,
que suceder así no tiene gloria.
Yo creo que en el trono debe estar
este hombre, bien calzado y coronado.

Creo que los que hicieron tantas cosas
deben ser dueños de todas las cosas.

Y los que hacen el pan deben comer!

Y deben tener luz los de la mina!

Basta ya de encadenados grises!

Basta de pálidos desaparecidos!

Ni un hombre más que pase sin que reine.

Ni una sola mujer sin su diadema.

Para todas las manos guantes de oro.

Frutas del sol a todos lo oscuros!

Yo conocí a aquel hombre y cuando pude,
cuando ya tuve ojos en la cara,
cuando ya tuve la voz en la boca
lo busqué entre las tumbas, y le dije
apretándole un brazo que aún no era polvo:

"Todos se irán, tú quedarás viviente.
Tú encendiste la vida
Tú hiciste lo que es tuyo".

Por eso nadie se moleste cuando
parece que estoy solo y no estoy solo,
no estoy con nadie y hablo para todos:

Alguien me está escuchando y no lo saben
pero aquellos que canto y que lo saben
siguen naciendo y llenarán el mundo.

















The people

I recall that man and not two centuries
have passed since I saw him,
he went neither by horse nor by carriage:
purely on foot
he outstripped
distances,
and carried no sword or armour,
only nets on his shoulder,
axe or hammer or spade,
never fighting the rest of his species:
his exploits were with water and earth,
with wheat so that it turned into bread,
with giant trees to render them wood,
with walls to open up doors,
with sand to construct the walls,
and with ocean for it to bear.

I knew him and he is still not erased in me.

The carriages fell to pieces,
war destroyed doors and walls,
the city was a handful of ashes,
all the clothes turned to dust,
and he remains to me,
he survives in the sand,
when everything before
seemed imperishable but him.

In the going and coming of families
at times he was my father or kinsman
or perhaps it was scarcely him or not
the one who did not return to his house
because water or earth swallowed him up
or a tree or an engine killed him,
or he was the saddened carpenter
who went behind the coffin, without tears,
someone in the end who had no name,
except those that metal or timber have,
and on whom others gazed from on high
without seeing the ant
for the anthill
and so that when his feet did not stir,
because the poor exhausted one had died,
they never saw what they had not seen:
already there were other feet where he’d been.

The other feet were still his,
and the other hands,
the man remained:
when it seemed that now he was done for
he was the same once more,
there he was digging again at the earth,
cutting cloth, minus a shirt,
there he was and was not, like before,
he had gone down and was once more,
and since he never owned graveyards,
or tombs, nor was his name carved
on the stone he sweated to quarry,
no one knew he had come
and no one knew when he died,
so that only when the poor man could
he returned to life once more, without it being noted.

He was the man, no doubt of it, without heritage,
without cattle, without a flag,
and he was not distinguished from others,
the others who were him,
from the heights he was grey like the subsoil,
tanned like the leather,
he was yellow reaping the wheat,
he was black down in the mine,
he was the colour of stone on the fortress,
in the fishing boat the colour of tuna,
and the colour of horses in the meadow:
how could anyone distinguish him
if he was inseparable, elemental,
earth, coal or sea vested in man?

Where he lived whatever
a man touched grew:
the hostile stones,
quarried
by his hands,
took on order
and one by one formed
the right clarity of a building,
he made bread with his hands,
moved the engines,
the distances peopled themselves with towns,
other men grew,
bees arrived,
and by man’s creating and breeding
spring walked the market squares
between bakeries and doves.

The maker of loaves was forgotten,
he who quarried and journeyed, beating down
and opening furrows, transporting sand,
when everything existed he no longer existed,
he gave his existence, that’s all.
He went elsewhere to labour, and at last
he was dead, rolling
like a stone in the river:
death carried him downstream.

I, who knew him, saw him descend
till he was no longer except what he left:
roads he could scarcely know,
houses he never ever would live in.

I turn to see him, and I await him

I see him in his grave and resurrected.

I distinguish him among all
who are his equals
and it seems to me it cannot be,
that like this we go nowhere,
that to survive like this holds no glory.

I believe that this man
must be enthroned, rightly shod and crowned.
I believe that those who made such things
must be the masters of all these things.
And that those who made bread should eat

And those in the mines must have light!

Enough now of grey men enslaved!

Enough of the pale ‘missing ones’!

Not another man passes except as a king.

Not a single woman without her crown.

Golden gauntlets for every hand.

Fruits of the sun for all the unknowns!

I knew that man and when I could,
when he still had eyes in his head,
when he still had a voice in his mouth
I searched for him among tombs, and I said
grasping his arm that was not yet dust:

‘All will be gone, you will live on,

You ignite life.

You made what is yours.’

So let no one trouble themselves when
I seem to be alone and am not alone,
I am with no one and speak for them all:

Some listen to me, without knowing,
but those I sing, those who do know
go on being born, and will fill up the Earth.

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