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Un Pueblo Soñado


En la Esquipulas que yo crecí, era un pueblo soñado.
Estábamos bajo el reinado de Eduardo López Monje, los niños teníamos el privilegio de caminar por cualquier lugar que se nos antojara dentro o fuera del templo pasar y tocar al señor de Esquipulas cuantas veces quisiéramos.
Monseñor Eduardo López Monje, parecía no importarle nuestra presencia, aunque nos viera, corriendo por los atrios internos de la Basílica.
El único problema era “Don Manuel panzón” como le llamábamos, por su gran panza producto del  bienestar y la buena vida. Como mayordomo y protector del los bienes del templo de Esquipulas.
Los puros los consumía mitad fumado mitad mascado, acompañado de sonoras escupidas.
En Esquipulas éramos menos de 5,000 habitantes. Las Familias más sobresalientes, eran criollos, con algunas excepciones por supuesto.
El templo se encontraba protegido por árboles enormes. El árbol de Chiches. {Nuestro Árbol Nacional} unas Ceibas gigantes, los árboles de las pistolas de aguas. Árboles milenarios, que formaban parte de la PRE historia y que en el centro de sus flores color naranja tenía una vaina, color verde oscuro, rellenas de agua, las cuales usábamos para jugar, usándolas como las pistolas que no conocíamos, el árbol de aceitunas que pintaban la boca de morado.
Todos fueron cortados y sus raíces arrancadas, ante ojos incrédulos, de los pobladores de Esquipulas, en aras del desarrollo según lo predecía la venerable comunidad Benedictina.
En la Esquipulas que yo crecí. todos los ríos eran bien claros, nos podíamos bañar en cualquier parte, en el patio trasero detrás de la casa de don Eliseo Pacheco por ejemplo, en el puente chiquito, en los arcos, en el chacalapa, en fin.  Esquipulas estaba rodeado de ríos de agua viva, por algo tenia el sobre nombre “Lugar de las Flores.”



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