La puerta
del ascensor se abrió. Adentro habían tres hombres. La diferencia de
Pepe y de mi, no llevaban traje de negocios.
Vestían de manera informal yérsey y
pantalones. Uno de ellos llevaba una chaqueta de cuero. Lo que me llamo
la atención fueron las armas.
Los tres portaban fusiles AK-47.
“Una Desgraciada
necesidad en Guatemala hoy en día -- Explico Pepe.
Me empujo hacia el ascensor--. Al
menos para aquellos de nosotros que somos amigos de la democracia. Necesitamos
a nuestros asesinos mayas.”
Había volado desde
Miami a Ciudad de Guatemala el día anterior y estaba alojado en el hotel más
lujoso. Era una de las pocas ocasiones en que
Stone and Webster Engineering Corporation
(SWEC) me había pedido que hiciese
algo por ellos, aparte de abstenerme de escribir sobre los gángsteres económicos.
Pepe Jaramillo (no es verdadero nombre) había firmado un contrato con SWEC para
ayudar ala empresa a desarrollar centrales eléctricas privadas.
Era uno de los
miembros más poderosos del Pequeño grupo de elites que han controlado el país
desde la conquista española. La familia de Pepe poseía parques industriales,
edificios de oficinas, complejos de viviendas y amplias posesiones agrícolas
cuya producción exportaban a Estados Unidos.
Lo importante, desde el punto de
vista de SWEC, era que poseía la influencia política necesaria de Guatemala
para lograr que las cosas funcionasen.
Yo había visitado Guatemala como
gangster económico a mediados de la década de 1970. Mi cometido había sido
lograr que el gobierno aceptase un préstamo para mejorar el sector eléctrico. Después,
a finales de la década siguiente, fui invitado a formar parte del equipo
directivo de una organización no gubernamental que ayudaba a la población maya
a organizar bancos de micro créditos y otras iniciativas de base para salir de
la pobreza. Con los años llegue a familiarizarme con la trágica violencia que había
desagarrado a este país durante la segunda mitad del siglo XX.
Guatemala fue el corazón de
la civilización maya que floreció hace aproximadamente mil años. Cuando
llegaron los conquistadores en 1524 esa civilización ya había iniciado un
periodo de colapso que los antropólogos atribuyen a su incapacidad para
solventar los daños causados por el crecimiento de sus espectaculares centros
urbanos. Guatemala no tardo en pasar a ser la sede de las autoridades españolas
en América Central, una situación que se prolongo hasta el siglo XIX y fue
motivo de choques frecuentes entre la población maya y la española.
Hacia 1900 la United
Fruit, una empresa radicada en Boston, había derrotado a los españoles en su
propio terreno para establecerse como una de las fuerzas más poderosas de América
Central.
Su reinado fue absoluto en contestado
hasta principios de la década de 1950, cuando Jacobo Arbenz opto a
la presidencia con el apoyo de una plataforma que se hacia eco de los ideales
de la Revolución Americana. Proclamaba que Guatemala debía beneficiarse de los
recursos ofrecidos por la tierra; que no se debía permitir a las corporaciones
extranjeras explotar al país y su gente. Su elección fue saludada en todo el
hemisferio como un modelo de proceso democrático. En aquel momento, menos
de un 3 por ciento de los guatemaltecos poseía el 70 por ciento de la
tierra. Siendo ya presidente, Arbenz puso en práctica un extenso programa de
reforma agraria que supuso una amenaza directa contra las operaciones de la
United Fruit. La empresa temía que si Arbenz triunfaba podría convertirse en un
ejemplo que otros podrían seguir en todo el hemisferio, y quizá en el mundo entero.
United Fruit lanzo una
gigantesca campaña de relaciones públicas en Estados Unidos; con ella convenció
al pueblo y al Congreso de que Arbenz había convertido Guatemala en una satélite
soviético y de que su programa de reforma agraria era un complot de Rusia para
acabar con el capitalismo en Latinoamérica. En 1954 la CIA orquestó un golpe de
Estado. Aviones estadounidenses bombardearon la capital; el presidente democráticamente
elegido fue depuesto y sustituido por Carlos Castillo Armas, un brutal dictador
militar de extrema derecha.
El nuevo gobierno
revoco de inmediato la reforma agraria, abolió los impuestos que pagaba la
empresa y encarcelo a millares de oponentes de Castillo. En 1960 estallo una
guerra civil en que la guerrilla antigubernamental, la Unión Nacional
Revolucionaria Guatemalteca, se enfrento a Estados Unidos, que contaba con el
apoyo del ejército y los escuadrones de la muerte derechistas. La violencia se
intensifico durante la década de 1980 con el resultado de la muerte de centenares
de miles de civiles, en su mayoría mayas. Muchos más fueron encarcelados y
torturados.
En 1990 el ejercito
provoco una matanza de civiles en Santiago Atitlan, cuidad situada cerca del lago del mismo nombre
y considerada uno de los lugares mas bellos de América Central.
Aunque fue una matanza más, esta
salto a las portadas internacionales porque ocurrió en un lugar muy popular
entre los turistas extranjeros. De acuerdo con informes de testigos oculares,
todo empezó cuando un grupo de mayas se dirigió a las puertas de la base
militar. Uno de sus vecinos había sido detenido por el ejercito y, temiendo que
fuese a engrosar las filas de los miles de “desaparecidos.” Oficialmente,
exigieron su libertad. Los militares abrieron fuego contra la multitud. Aunque
las cifras exactas son objeto de discusión, docenas de hombres, mujeres y niños
fueron heridos de gravedad o muertos.
El viaje para visitar
a Pepe Jaramillo tuvo lugar poco después, en 1992. Quería que SWEC se asociase
con el para obtener financiación del FMI. Yo sabía que los mayas creen que la
tierra es un espíritu vivo y que los lugares donde surge un chorro de vapor se
consideran sagrados. Sospechaba que todo intento de construir centrales sobre
surgencias geométricas provocaría violencias. Basándome en la experiencia de la
Untited Fruit -- así como en otras mas recientes con las que me había
familiarizado en un lugar como Guatemala, la CIA haría acto de presencia. La
violencia se incrementaría. El Pentágono podría mandar a los marines. Yo tenía
ya suficiente sangre sobre ni conciencia; estaba decidido a hacer todo lo que
estuviese en mis manos para evitar as mutilaciones.
Aquella mañana un
coche vino a buscarme al hotel y me condujo a la entrada circular de uno de los
edificios modernos más impresionante de Guatemala. Dos porteros armados me
permitieron la entrada. Uno me acompaño hasta el último piso en el ascensor. Me
contó que el edificio era propiedad de la familia de Pepe y que los once pisos
estaban ocupados por ella; el banco en la planta baja, oficinas de diversas
empresas desde la segunda a la octava, y residencias familiares en la novena, décima
y undécima. Pepe me recibió en la puerta del ascensor. Tras un café y una breve
charla introductoria me guió en una rápida visita al edificio con excepción de
la planta novena, que según dijo estaba reservada a su madre viuda (sospeche
razones adicionales). Si la pretensión del tour era impresionar al
representante de SWEC, lo había conseguido. Después de una reunión con el y
varios de sus ingenieros en el quinto piso para familiarizarme con el proyecto geométrico,
almorzamos con su madre, su hermano y su hermana en el piso undécimo, u luego decidimos
partir para ir a visitar el lugar elegido. Nos subimos en el ascensor con los
hombres armados con los AK-47.
La puerta del ascensor
se cerró. El hombre con la chaqueta de cuero acepto el último botón. Nadie
hablo mientras bajaba el ascensor. Yo estuve pensando en los AK-47. Comprendo
que servían para protegernos a Pepe y a mi de los maya, la misma gente con la
que trabajaba mediante la ONG. Me pregunte que pensarían ahora mis amigos mayas
de mí.
El ascensor se detuvo.
Cuando se abrió la puerta yo esperaba ver la luz del atardecer a través del pórtico
por el que había entrado antes. En lugar de ello vi un inmenso garaje de hormigón.
Estaba muy bien iluminado en un extremo y olía a cemento fresco.
La mano de Pepe me sujeto de
un hombro. “Espere aquí”, me ordeno en una voz baja...